La Ciclovía Reforma cumple quince años y, con todo lo que ha vivido la ciudad desde entonces, sigue siendo una de las intervenciones más influyentes de la movilidad urbana en la capital. Antes de su construcción, recorrer Paseo de la Reforma en bicicleta exigía paciencia, atención extrema y un instinto casi de supervivencia: tráfico constante, cruces complejos y un entorno que no estaba pensado para quienes buscaban una alternativa al automóvil. La intervención de 2010 abrió una puerta que la ciudad llevaba tiempo esperando y, con el paso de los años, transformó la forma en que entendemos esta avenida emblemática dentro de la red ciclista de la CDMX.

Origen de la Ciclovía Reforma
La primera etapa de la Ciclovía Reforma sumó 6.8 kilómetros entre Lieja y Balderas. El ITDP la reconoció como la primera infraestructura ciclista del país diseñada bajo criterios técnicos formales: un confinamiento adecuado, señalización clara y un trazado que por fin daba prioridad a quienes se movían en bicicleta. Ese arranque implicó instalar los primeros “confibicis”, una solución que funcionó bien para una ciudad que empezaba a experimentar con movilidad no motorizada. Con los años, y con un incremento notable de ciclistas, estos dispositivos fueron reemplazados por el canalizador H7, más visible, más resistente y adecuado para un corredor que comenzó a recibir un flujo mucho más constante.
La transformación no solo redujo conflictos con automovilistas; también mostró que era posible redistribuir el espacio vial de manera más equilibrada. Reforma dejó de ser un tramo pensado únicamente para el tránsito motorizado y empezó a construirse como un corredor ciclista con identidad propia.

Reforma y su evolución urbana
Hablar de Reforma es hablar de monumentos, museos, oficinas, cultura, corporativos y miles de traslados todos los días. Cualquier ajuste, por mínimo que parezca, repercute de forma directa en la vida de la ciudad. La ciclovía fue el punto de partida de un proceso más amplio: cruces reconfigurados, semáforos renovados, rampas, biciestacionamientos y banquetas rehabilitadas.
En 2018, la construcción de la Línea 7 del Metrobús llevó a una intervención mayor. Se colocaron más de 1,200 semáforos, se remodelaron 25,000 metros cuadrados de banqueta y se incorporaron dispositivos que hicieron más seguro caminar y pedalear por la avenida. También se renovó el drenaje pluvial y las tuberías subterráneas, preparando la vía para un uso más intensivo.

En 2020 se añadió un sendero compartido de 3.2 kilómetros dentro del camellón, creado con criterios de conservación por tratarse de un corredor histórico. Aunque este tramo favoreció actividades recreativas, especialistas del ITDP han señalado que para la movilidad cotidiana resultan más seguros los carriles unidireccionales en el costado derecho, con confinamiento adecuado y visibilidad en intersecciones.
Lo que representa hoy la Ciclovía Reforma
A quince años de distancia, la Ciclovía Reforma forma parte del día a día: conecta colonias, oficinas, museos, zonas turísticas y estaciones de transporte público. Más de 247,000 personas se benefician directamente de este corredor, que fue consolidándose como parte importante de la red ciclista de la ciudad. La bicicleta dejó de ser vista como un modo secundario y comenzó a percibirse como un transporte real, práctico y cercano a las necesidades de la vida urbana.
Reforma también ayudó a validar la idea de que una avenida histórica puede adaptarse sin perder su carácter. La presencia constante de personas en bicicleta, sumada a peatones y usuarios del transporte público, generó una dinámica más equilibrada en una de las zonas más transitadas de la ciudad. Su permanencia demuestra que cuando la infraestructura se diseña bien, el uso llega de manera natural.

La Ciclovía Reforma como referente
El impacto de este corredor va más allá de su propia extensión. Su evolución fue referencia para otras rutas que, con contextos distintos, siguieron un proceso similar. Un ejemplo claro es la ciclovía de Insurgentes Sur, que pasó de ser una respuesta emergente a convertirse en uno de los ejes ciclistas más utilizados de la ciudad. Su historia ayuda a entender cómo un corredor puede cambiar cuando la infraestructura se adapta a las necesidades de las personas usuarias, tal como sucedió en Reforma.
También destaca el caso del malecón de Coatzacoalcos, donde la ciclovía costera transformó la relación entre la ciudad y su entorno natural. Esa intervención impulsó traslados cotidianos y paseos recreativos frente al mar, mostrando que la movilidad activa puede integrarse en contextos completamente diferentes. Ambas experiencias dialogan de forma natural con la Ciclovía Reforma, porque comparten el mismo objetivo: ofrecer alternativas de desplazamiento más coherentes y accesibles.

Lo que viene para este corredor
La Ciclovía Reforma no es una obra estática. Su historia está hecha de etapas: los confibicis, el canalizador H7, el rediseño de cruces, los ajustes al Metrobús, las conexiones con otros tramos y las mejoras peatonales que se han incorporado con el tiempo. Todo esto refleja que es una infraestructura viva, influenciada por los cambios en los hábitos de la ciudad y por la necesidad de seguir fortaleciendo la movilidad activa.
Esta vía confirma que una intervención bien planificada puede modificar por completo la experiencia urbana. Reforma abrió un camino que hoy continúa ampliándose en distintos corredores de la capital y en ciudades que buscan modernizar su entorno a través de la bicicleta. Su evolución seguirá marcando el ritmo de lo que se espera para la movilidad sustentable en los próximos años.


